El Evangelio de hoy nos centra en dos parábolas fundamentales, que indicarán el horizonte que nos presenta esta perícopa:
En la primera parábola Jesús se dirige a los comensales a propósito del puesto que deben ocupar cuando son invitados a un banquete, y este va del versículo 8 al 10, y la segunda parábola Jesús se dirige a quien hace la invitación para que haga una buena elección de los invitados. Empezamos a mirar acá nosotros que el Señor Jesús nos pedirá ser humildes para que de esta manera nosotros podamos servir a todos aquellos nos rodean, pues el mismo Jesús hoy nos propone vivir en la humildad, pero en una humildad de servicio, donde podamos nosotros despojarnos de nuestras propias comodidades para darnos a los más necesitados.
Cuantas veces queridos hermanos no nos pasa a nosotros que, cuando invitamos a una fiesta o alguna cena en especial, escogemos invitados de nuestro círculo social para sentirnos bien acompañados, pues tenemos la mentalidad de la retribución. Este proceder, no es más que si yo doy algo o invito a un acontecimiento, espero que cuando esa persona realice una fiesta me invite a mí como yo lo hice con él.
Pensemos entonces, en el hecho contrario: Si nosotros llegásemos a invitar a esa fiesta a los enfermos y pobres ¿con que podrían pagarnos ellos?, pero Jesús nos da la respuesta a este interrogante en el versículo 14 “y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos” y es esta una respuesta contundente, que debe movernos a nosotros para mirar cómo estamos viviendo la humildad y el servicio a los más necesitados.
Jesús nos propone vivir en profundidad nuestra condición de cristianos y nos enseña con sus Palabras que no estamos llamados a ocupar los primeros puestos en un banquete, sino que el llamado es a servir y preparar el gran banquete de la familia de Dios que es la Eucaristía, donde estamos todos invitados: pecadores, cojos, ciegos, pobres, etc.
Para que la fe que profesamos en Cristo Jesús, nos lleve cada día a vivir en actitud de servicio y acogida, siendo de esta manera cariñosos con todos los que necesitan experimentar el amor de Dios. Ya que lo nuestro nunca será imponer algo: Será en contrario, servir, ayudar, curar, sanar, perdonar, compartir nuestro pan y nuestra palabra con quien más lo necesite.
Te propongo para finalizar, reflexionar en ésta pregunta ¿El ejemplo de Jesús me lleva a servir a los que me rodean?
